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sábado, 6 de septiembre de 2008

Enmudeció el poeta

Buscaba el poeta inspiración genuina, al amor antiguo como el hombre,
Tan profundo como el seno del mar.
Con pasos inciertos caminó sobre las huellas de los más sonados,
De los más grandes amantes.
Se extravió; se encontró de pronto en el origen.
El poeta enmudeció cohibido con el murmullo del mar, susurro constante
Con el que declara su amor a la leal arena.
Palabras no pudo emitir ante el gracejo graznar de la frívola gaviota
Que planea coqueta en tropical viento arrogante.
Aquél que llevó su silbido hacia las copas de los árboles que se despiertan
Con el trinar, la incesante algarabía de los pájaros que midiendo puntual el día;
Con el mismo bullicio despiden al radiante sol que posa sobre los verdes pastos
Fecundos, engalanando en flor la semilla que cae con sobrado amor a cálida tierra
Adentrándose en ella, emulando al sol que se oculta en el mar al llegar la puesta,
Incitando al grillo cantar acompañado de la cigarra mientras tanto en la charca;
La rana croa a la noche de titilantes estrellas, sonrientes hermanas de las sombras
Amigas de la luna que se mantiene despierta esperando inquieta el amanecer, el alba
Que se filtra por la ventana para escuchar muy de cerca el prodigio, el llanto del niño
Colmado de amores que acaba de nacer.


Lourdes Ayala

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